miércoles, 20 de noviembre de 2013

Jauregui - Entrega Final


. EL TIMÓN .




En la entrada anterior conté un poco el proceso de todo, hice un breve resúmen de nuestros viajes y del por qué de las decisiones que fuimos tomando pero a modo de conclusión esta es mi reflexión personal de la experiencia de este viaje.
 Viajamos en total unas cuatro o cinco veces a Jauregui, conocimos mucha gente que nos recibió con los brazos abiertos y apoyó nuestro proyecto. Paramos en el club El timón donde siempre nos trataron con gentileza y nos dejaron hacer y deshacer a nuestro antojo, así que desde el punto de vista humano la experiencia fue más que grata, es más, quedamos en volver a llevarles un poco lo que estuvimos filmando, y por qué no, a comer algún asado.
 Hablando un poco más del trabajo, el mayor conflicto fue a la hora de tomar decisiones creo yo, no contemplamos bien las posibilidades de filmar a la banda y fue ahí cuando la cosa se complicó, nuestros horarios y los de sus ensayos a veces no coincidían y cuando teníamos una idea firme, acerca de un integrante de la banda, el mismo no se prestó a hacer alguna que otra cosa que nosotras requeríamos (Y estaba en todo su derecho, solo que no estaba en nuestros planes) ahí salimos al frente con la otra idea pero era muy sobre el final, viajamos dos días sabiendo que después de eso no iba a haber posibilidad de arreglar nada en cuanto al rodaje y nos la jugamos. No nos arrepentimos en absoluto, lo de la banda no tenia vuelta o no se la encontramos al menos y estamos muy contentas la verdad con el resultado final. Imanol (el pequeño protagonista) se prestó a hacer todo lo que le pedimos y se banco 12 horas de rodaje repartidas en dos días como un campeón, aportando ideas, interesándose en el proyecto y muy atento a los detalles, para tener 10 años es realmente un pequeño gran actor.

Pido disculpas por no actualizar el blog a su debido tiempo, no acostumbro a usar blog, y realmente pasamos mucho tiempo en Jauregui y cuándo no estabamos allá muchas veces me olvidaba o no tenía tiempo. Pero aún sabiendo que ahora quizás es tarde, me pongo al día. (Aclaro nuevamente que blogger no me deja subir fotos y desconozco el por qué, así que debo las analógicas y todo el backstage, aunque seguiré intentando subirlas mañana)


Jauregui (y nosotras)

Actualizando...
Nuestro primer viaje fue un poco de reconocimiento del pueblo, como era, quienes vivían ahí, que se hacía, que no se hacía. La gente nos recibió muy amablemente y lejos de sentirse invadidos nos recibieron de la mejor manera y se prestaron para todo lo que nosotras necesitamos.
 Estuvimos tres días en Jauregui sacando fotos con las analógicas y filmando breves momentos para completar el primer ejercicio. (tengo problemas con blogger para cargar las fotos pero cuelgo los videos, llevo las fotos a clase por si hay que mostrarlas).


Ejercicio.




Muchas cosas llamaron nuestra atención en el primer viaje:
El club el timón, un club náutico donde los deportes son el centro de la atención y es el lugar al que concurren casi todos los habitantes de Jauregui en su tiempo libre.
El parque industrial Flandria dedicado a la industria textil, estuvimos en una visita guiada, vimos como se fabricaban el hilo y la telas a partir de la lana, el movimiento de las máquinas fue de gran interés para nosotras.
El club "Flandria" que es lugar del equipo de fútbol del pueblo, tiene un bar, donde conocimos a Michu quien administra el lugar y nos contó un poco acerca de la historia del lugar y de todas las actividades que se realizan allí.
La banda del pueblo "Rerum Novarum" conformada por músicos voluntarios con instrumentos mayormente de viento y algunos de percusión.

A partir de correcciones y experiencias en otro de nuestros viajes decidimos enfocar nuestro trabajo sobre la banda, fuimos a varios ensayos y hasta los acompañamos a Lujan a tocar en una celebración religiosa.
He aquí la preentrega.





Cambio de planes
En un viaje posterior a la preentrega decidimos cambiar el rumbo ya que estábamos estancadas en los ensayos de la banda, no le encontrábamos la vuelta a nuestro trabajo ni argumental y estéticamente, y fue entonces cuando nos cruzamos con Imanol (a quien ya habíamos conocido anteriormente en una obra teatral  de una escuela en el primer viaje) y armamos en torno a el nuestro trabajo.
Ficcionamos la cuestión "encerrando" a nuestro pequeño actor en el club El timón.



Esta fue nuestra primera edición (sin éxito aparente) de este nuevo material. Volvimos a revisar en base a las correcciones e clase con Jimena y Gabriel (Rud) y le hicimos algunos ajustes.


jueves, 17 de octubre de 2013

Todo lo que no subí hasta ahora.

Poniendo al día el blog, con todo el proceso realizado desde las transposiciones en las mesas hasta ahora...

¿Mesa?

Para la transposición en la mesa tomamos de Michals algunos conceptos y los pusimos en práctica. Quisimos jugar un poco con la dualidad de las cosas y la duda con respecto a lo que se nos presenta como verdadero, como real. Para Michals la realidad no es algo único ni mucho menos algo concreto, sino algo que esta en la imaginación. Esto fue lo que salió.






Esquicio .

. The Fallen Angel .

. Adaptación .





Pre-entrega .

Pre entrega con prueba de texto.





Último rodaje (Sin sonido)

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ejercicio + 1

Ahora somos cuatro: se suma al grupo Marina Etcheto.


En taller...

PALABRAS
- Percepción - Dualidad - Infinito -


SONIDOS
- Silencios - Susurros - Suspiros -

IMÁGENES

- Reflejos sobre el agua
 -Espejos rotos
 - Sombras proyectadas sobre blancos




lunes, 16 de septiembre de 2013

T.P. 5. - Transposición.

Grupo: 
Ana Otero - Magalí Matilla Santoro -  Amelia Orden

Artista seleccionado: DUANE MICHALS








Estuvimos analizando distintos artistas y finalmente nos decidimos por Duane Michals. Investigando su obra lo que más nos intereso es su uso particular de la fotografía, ya que no intenta hacer un registro "realista" del mundo sino que propone uno propio. Sus obras se caracterizan por ser onírico, romper con el espacio-tiempo (a través de los loops).



“Creo en lo invisible. No creo en lo visible. No creo en la realidad absoluta de lo que nos rodea. Para mí, la realidad reside en la intuición y en la imaginación, y en esa pequeña voz que dice: ¡¿No es extraordinario?! Las cosas de nuestras vidas son sombras de la realidad y nosotros también somos sombras. La mayoría de los fotógrafos centran su atención en lo obvio. Creen y aceptan lo que les dicen sus ojos, pero los ojos no saben nada. El problema es dejar de creer lo que todos creemos (que la realidad está ahí para ser fotografiada y documentada) y empezar a mirar en el alma como fuente original de nuestra experiencia fotográfica. Estar preparados a todas horas para cuestionarnos y dudar de nosotros mismos”   
Duane Michals

lunes, 9 de septiembre de 2013

El Viaje (E.M.E Entrega Final)

.Video Final .



Técnicas probadas ( Descartadas y Utilizadas)



Tomas descartadas






Carátula


Reflexión personal

Antes que nada quiero decir que quedamos muy conformes con el trabajo, con las pruebas fallidas y los logros obtenidos. Y aunque no fue fácil ni mucho menos rápido disfrute mucho de experimentar con técnicas y programas que hasta ahora desconocía. La idea de viajar por el mundo atravesando las culturas me parece que fue una buena idea, de alguna forma las culturas se combinan en el video al igual que las técnicas.

Creo que el trabajo avanzo mucho desde la idea original y las primeras pruebas porque casi desde el principio coincidimos en que queríamos hacer y tuvimos tiempo de trabajar y mejorar particularmente sobre este viaje.

jueves, 4 de julio de 2013

T.P: 3 "La cosa" - Entrega final

El extraño


Situación: Una chica es perseguida por un hombre que la filma.

Reflexión personal

En cuanto a la locación creo que el hecho de filmar en exteriores nos trajo sus pros y contras: Por un lado la luz del día como fuente única de luz nos ayudo bastante ya que nuestro trabajo solo fue encontrar la hora del día en que la luz creaba el clima deseado, pero por otro lado nos era imposible predecir o controlar el estado del tiempo y los cambios naturales del lugar, eso nos hizo ir a rodar muchas mas veces de las planeadas. El hecho de que fuera un espacio público nos trajo problemas con el audio, no controlar la ocupación del lugar (si estaba  vacío o no), los ruidos que no nos aportaban y que no podíamos callar
hacían más difícil encontrar los momentos para grabar, nos ayudó a mejorar en ese aspecto el alquiler de los equipos de audio.

Considero que el trabajo fue avanzando de a poco, pasamos de una historia interesante aunque rebuscada a algo mas concreto, mas simple pero con igual fuerza o más. Los actores (Sobre todo ella) impulsaron aún más el vídeo.

En cuanto al grupo de trabajo, no tuvimos conflicto alguno, de entrada decidimos una situación y una locación; las modificaciones que fuimos haciendo sobre esa base las acordamos rápido y sin problemas.

jueves, 13 de junio de 2013

La noche boca arriba.

Para seguir ampliando la idea...  
Basamos nuestra historia en el cuento "La noche boca arriba" de Julio Cortázar. El cuento presenta de entrada la realidad de un personaje que tiene un accidente y es trasladado a un hospital. A medida que la historia avanza, el personaje va metiéndose en una pesadilla que aflora constantemente en la realidad que él vive (o al menos eso cree). En esta pesadilla él es perseguido por la selva para ser sacrificado. Su sueño se vuelve cada vez más intenso y su realidad más confusa hasta que comprende que lo que él cree que es una fantasía es su realidad y lo que a nosotros se nos presenta como verdadero desde un principio es el sueño en el que esta inmerso para escapar de esa realidad que tanto lo asusta.
Tomamos del cuento esta idea del escape a través del sueño y de cruzar la realidad con la imaginación del personaje.



LA NOCHE BOCA ARRIBA
Julio Cortázar

A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.

Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.

Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en la piernas. "Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina de costado..."; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.

La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. "Natural", dijo él. "Como que me la ligué encima..." Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento.

Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.

Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.

Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. "Huele a guerra", pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.

-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo.
Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes; como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse.

Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trozito de pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.

Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. "La calzada", pensó. "Me salí de la calzada." Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.

Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás.
-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien.
Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.

Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno.

Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de la vida.

Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.

lunes, 10 de junio de 2013

T.P 3: La cosa.

Historia
La historia trata de una chica joven que sufre de un trastorno mental, esquizofrenia y está internada en un instituto psiquiátrico.

Modo
Ella se despierta en un bosque, producto de su imaginación, porque es un lugar que le representa libertad, es un escape mental para el encierro en el que vive. Luego de despertar se siente feliz hasta que se encuentra con  los distintos objetos que la asustan, le recuerdan su situación y la van devolviendo parcialmente a lo real. Se siente perseguida por una presencia humana que ella percibe como algo oscuro. Finalmente ésta se revela como la enfermera que está a cargo de su cuidado y su mundo paralelo va desapareciendo para convertirse visualmente en la habitación  de la que nunca salió.

Storyboard








 Referentes


Annick Ligtermoet











Lissy Elle Laricchia

miércoles, 29 de mayo de 2013

T.P. El Otro: Entrega final.



A lo largo del proceso para este trabajo tuve muchos inconvenientes para encontrar el lado de Magali que quería retratar, cambie de ideas una y otra y otra vez. Recién hace unos días atrás encontré algo en lo que no solo podía ahondar sino que también quería hacerlo, aunque me hubiera gustado tener más tiempo para desarrollar la idea (reconozco la culpa de no haberme decidido a tiempo). lo que intento mostrar de Magalí es como ella se siente cómoda en su aspecto más aniñado, a pesar de ser una persona adulta con las responsabilidades que eso conlleva, no es ahí donde ella se siente "en su salsa", ella prefiere jugar, divertirse como una niña, disfrutar de los pequeños placeres de la vida como el personaje de la película Amelie en el que basé mi trabajo. Mi idea en el video es mostrar la dicotomia en la que ella se encuentra: la Magali aniñada y la Magali que debe "crecer" aunque no quiera. 

 MAGA Y MINI-MAGA

BODEGÓN

domingo, 26 de mayo de 2013

MAGALI, mi otro.

Estaba retratando a Magali a través de su sensibilidad para con los demás, ahora en cambio decido hacerlo con sus cosas, utilizando como referente el personaje de la película Amelie, que es una mujer adulta que a su vez no puede despegarse de su lado más aniñado.

http://www.youtube.com/watch?v=4YQurn_BEV0&feature=youtu.be

Bodegón y recreación de foto anterior.




miércoles, 22 de mayo de 2013

El Otro: Magali (Preentrega y proceso)

http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=_JlVTw1Irj4

Antes que nada me disculpo por el atraso con el blog, estuve teniendo problemas para actualizarlo a lo largo de estas últimas semanas. Este es el video con el que estoy trabajando, hay un gran salto desde lo último subido a esto así que explico brevemente en lo que estuve trabajando estas semanas. En lo último que subí, la intención era retratar a Magali desde su lado supersticioso. Decidí cambiar de idea y me fui para el lado de la contradicción que noté entre como se sentía ella frente a la cámara y lo que yo veía, su inseguridad ante la mirada de la cámara era distinto lo que yo veía en las fotos realizadas. A partir de eso surgió la idea de una comparación entre Magali y un maniquí, pero tampoco me funcionó, entonces quise contarla a través de una marca de ropa (Complot) la elección de la marca y las fotos hechas tenían que ver con la idea de retratar a OTRA Magali, ella es una chica estructurada, delicada, pacífica y dulce, quería retratar lo opuesto, sacar de Magali su rebeldía, su lado salvaje. Sobre el final volví a cambiar de idea y esto es finalmente con lo que me quedé, el retrato de una Magali que trata de despegarse de su forma de vivir bajo la mirada de los otros, y de actuar de forma "correcta" sin llamar demasiado la atención a una búsqueda simbólica de su libertad. Subo algunas fotos de los muchos cambios mencionados más el bodegón y la foto de pequeña.


(Comáración con el maniquí)






(Complot.)



 (Foto de pequeña y Bodegón)

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miércoles, 1 de mayo de 2013

El otro: Exagerando

En las fotos anteriores decidí qué aspecto de la vida de Magali quería retratar. Teniendo en cuenta eso esta vuelta decidí exagerar esas pequeñas creencias que ella tenía para construir un personaje 100% supersticioso. No creo haberlo logrado de forma efectiva en las fotos pero es una idea por el momento del camino en el que me gustaría avanzar. En cuanto a la estética de las fotos y la elección de la luz, mantengo mi idea del posteo anterior.